Hoy va a ser una entrada personal, deseo compartir una pequeña odisea dental. Erase una vez alguien a quien le dicen que va a tener que sacarse una muela. Se lo dice un medico, un profesional, alguien que es experto y ha estudiado. Pues, que le vamos a hacer, habrá que prescindir de ese trocito nuestros. Pero ese alguien empieza a tener sueños, no uno, sino tres, en el que sus personajes oníricos le repiten de varias estrambóticas formas, que no hay que sacarse esa muela ( dientes, garras, y en el último sueño ¡la cabeza entera!). Ese alguien, que es un poco majaretas, empieza a escucharse, a hablar con su muela en meditación, a echarse las cartas del Tarot, hasta mover el péndulo. Y todo apunta en la dirección de los sueños: el sabio inconsciente no quiere despedirse de la muela. Pero y ¿que pasa con la autoridad científica? ¿Que pasa con el experto que sabe más de dientes que uno, que ha estudiado años?

Por una vez en la vida, ese alguien decide escuchar su intuición, (in extremis ya en la silla del dentista) y entiende que su poder de elegir y ser responsable de todas sus partes, es superior a la opinión, por técnica y científica que sea, del «experto». Porqué el mayor experto sobre uno, al fin y al cabo, es uno mismo.

Resulta que nuestro personaje acude a otra consulta, por si acaso, donde le dicen que la muela está mal trecha pero se puede sanar. ¡Que alegría! Y no sólo por la muela, sino porqué supo escucharse, supo cuidar de su proprio poder personal, supo elegir sin ser «decidido» por otros, por expertos y razonables pudieran sonar.

Quiero compartir esto contigo hoy, primero para festejar futuros platos de ensaladas, segundo para reflexionar sobre el poder de nuestra maravillosa intuición, sobre el papel enorme que puede tener en nuestras vidas y su tremendo poder. Escuchar nuestra voz interior es un regalo, aprender a atenderla es necesario, no para engrandecer el ego, sino para honrar la sabiduría que nos habita a todos.

Hoy es una muela, otro día es un sueño, una relación, una situación, acordémonos que esta voz interior no es «la loca de la colina» sino nuestro guía y maestro. Esta historia parece que tiene su final feliz, me la voy a guardar en la estantería de las medallitas personales y ojalá te sirva, el día en que dudes de ti mism@ y, darle crédito.

Confía en ti, confía en tu intuición. ¡W las ensaladas!